Un beso.

Su mirada era ardiente, tenía pasión y lujuria. Se acercaba a mi con deseo, pero yo tampoco lo rechazaba. Me tenía contra la pared y empezó a oler mi cuello, segundos después su boca se pego a el, saboreándolo dulcemente con su lengua. Subía y bajaba hasta llegar a mi oreja, aquel punto tan débil y sensible que yo tenía y él sabia de su existencia.

-Te quiero- me susurró mientras su boca buscó la mía. Me besó. Me besó con ganas. Quería más. Nuestras lenguas se enredaban en un único juego. Sus manos acariciaba mi espalda, la derecha subió a mi cuello, haciendo aquel beso más largo y profundo. Su otra mano bajó hasta mis glúteos, a los que apretó con bastante fuerza e hizo que de mi garganta saliera un profundo gemido. Se separó pidiendo espacio para respirar, y luego comenzó otra batalla de lenguas. Me tenía dominado y yo me dejaba hacer, era lo que siempre había soñado, deseado, querido. Solos él y yo.